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Reconocer en lo material su temporalidad implica  realizar, al mismo tiempo, que todo lo que  conocemos va a llegar a su fin, eventualmente.  Vendrá un día, en el futuro, en el que nos será  imposible recordar con claridad los espacios que  transitábamos (las personas que veíamos día tras  día) y, con ellos, el ritmo que nuestra vida solía  llevar; nuestros hábitos, acciones e, incluso, el  futuro que habíamos imaginado entonces, al  estar ahí. Se trata de un pensamiento que surge  posteriormente, al haber dejado esos lugares y a  esas personas, en un intento por reconstruir algo  que ya no está para volver, por medio del  recuerdo, a esos espacios empolvados de la  memoria. 

El caso de _temporal es distinto. Desde el primer  día en el que entramos a una de sus salas —día  que aparece registrado en números rojos sobre  una de sus paredes— se hace evidente esa  temporalidad que amenaza cada segundo. Lo  efímero de una experiencia transitoria es  capturado aquí en un espacio que ha adoptado  la forma de una ruina, en parte por el tiempo que  ha pasado desde que fue habitada por última vez  y, en parte, por el esfuerzo consciente de  preservar dichos vestigios, trazos que sirven de  recordatorio de que lo que vemos no es sino los  restos de una historia que ya no es

En este sentido la historia de _temporal se puede  equiparar a la historia de la ciudad de San José,  conteniendo en sí muchos de los cambios que  han tomado lugar durante los últimos años y que  hicieron posible apropiarse de una arquitectura  tal, de darle una nueva vida durante el poco tiempo que le queda, tan solo para iniciar la  cuenta regresiva hacia su destrucción inminente. 

Así, el concepto del tiempo está por siempre  presente en cada acción llevada a cabo, en cada  propuesta y cada idea, hasta en las  conversaciones casuales que toman lugar en sus  pasillos, o al detenerse en la terraza a mirar hacia  el jardín, o al subir las escaleras de la entrada  para hacerse por primera vez con una mirada a la  antigua casa, ahora más museo que otra cosa  (museo no solo de arte, sino de sus propias  estructuras —una suerte de reliquia).  

Y pese al sentimiento de estar anclada en el  pasado (serán los materiales, las formas, su  arquitectura), ésta evoca al mismo tiempo todas  las posibilidades de un espacio que no tiene ni  un tiempo ni una forma definida, un espacio que  es maleable, y que nos invita, a través de esa  posibilidad, a transformarlo continuamente. Esta  libertad de construir es la que define finalmente  lo que toma lugar, un espacio marcado por el  paso de quienes lo atraviesan, indistintamente de  la disciplina a la que pertenezcan. 

Somos seres temporales, no podemos controlar  el futuro. Lo que podemos hacer es el esfuerzo  por vivir el presente intensamente, como  conjunto de todo lo vivido. Esta exposición  procura precisamente eso: traer al presente  aquello que tuvo lugar en el pasado, a las  personas que han habitado _temporalmente esta  casa, para situarlas en un mismo espacio y  tiempo, como recordatorio de lo acontecido  hasta entonces. 

Floria Herrero González 

_temporal ha sido posible gracias al apoyo incondicional de Core Development.

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